lunes, 3 de marzo de 2014

(SEMESTRE: FEBRERO 2014 - JULIO 2014)
LECTURA 5, PARCIAL 1

Lanzar los dados
(Charles Bukowski)


Si vas a intentar, recorre todo el camino.
De otra forma ni siquiera comiences.

Si vas a intentar, recorre todo el camino.
Esto puede significar perder novias,
esposas,
parientes,
trabajos y,
quizá tu cordura.

Recorre todo el camino.
Esto puede significar no comer por 3 o 4 días.
Esto puede significar congelarse en la banca de un parque.
Esto puede significar la carcel.
Esto puede significar burlas, escarnios, soledad...
La soledad es un regalo.

Los demás son una prueba de tu insistencia, o
de cuanto quieres realmente hacerlo.
Y lo harás,
a pesar del rechazo y de las desventajas,
y será mejor que cualquier cosa que hayas imaginado.

Si vas a intentar, recorre todo el camino.
No hay otro sentimiento como ese.
Estarás a solas con los dioses
y las noches se encenderán con fuego.

Hazlo, hazlo, hazlo.
Hazlo.
Todo el camino,
todo el camino.

Llevarás la vida directo a la perfecta carcajada.
Es la única buena lucha que hay

(SEMESTRE: FEBRERO 2014 - JULIO 2014)
LECTURA 4, PARCIAL 1


Cuento sobre el amor
Como los mayores daban demasiadas vueltas con la respuesta, las cuatro niñas decidieron preguntarle a su sabio preceptor:
-Maestro, dinos qué es el amor. Nuestros padres nos responden que lo sabremos cuando seamos mayores. ¿Acaso es algo malo?
-No es nada malo, más tampoco ellos están equivocados. No sabréis que es el amor hasta sentirlo. Pero, mientras, podemos aprender algo para reconocerlo. Mañana os daré un regalo.
Al otro día el preceptor les entregó cuatro pequeñas jaulas con un pájaro en cada una.
-Son para vosotras, pequeñas. Cuidad cada una el vuestro. Como veis, son pequeños, alegres y saben cantar. No quiero saber nada de ellos hasta que no os pregunte personalmente. Pero sobretodo que cada una cuide del suyo.

El tiempo pasó, y entre clase y clase el maestro vio que los rostros de las niñas cambiaban cada día. En sus gestos y miradas notaba alternativamente la felicidad, la preocupación, la melancolía o el júbilo; a veces todas parecían tristes o las cuatro eran una expresión de alegría. Cuchicheaban entre ellas y era evidente que se morían por contarle algo. Tras un par de meses, en los que vio en las niñas el paso de todos los sentimientos, les pidió que al día siguiente trajeran sus jaulas.

La primera en hablar fue la que parecía más contenta con el suyo. Lo había puesto en una jaula más grande, con sus pequeños columpios para saltar y tacitas de agua para beber.
-Veo que tu pajarito está muy bien acostumbrado a su nueva jaula. Está gordo y parece saludable. Más no oigo que cante, dijo el tutor.

-Es verdad. No me había dado cuenta-respondió la niña-. ¡Parece tan contento!
-Es evidente que lo quieres. El amor es cuidar a quien amamos, pero también hay que escuchar y saber qué quiere de nosotros. Posiblemente esté agradecido por lo que haces por él, aunque no estoy seguro de que esté muy a gusto, ya que por alguna razón ha dejado de cantar.

La segunda le mostró la suya, en la que el pajarillo había crecido notablemente; estaba bastante gordo y apenas podía moverse en su pequeña jaula.
-Veo que el tuyo está bien alimentado, diría que demasiado. Y tampoco canta. Parece que para ti el amor es dar en exceso, lo que a la larga no será bueno para ambos. Le has dado tanto de comer que este animalito ya no podrá salir de su jaula y tendrás que romperla si quieres liberarlo. Está incómodo y de mal humor. Míralo, lo suyo es simplemente esperar, no le has enseñado a hacer otra cosa. Haz como tu hermana, dale más espacio y menos comida. Tal vez acabe cantando para comunicarse contigo… o porque es más feliz. Tú también tendrás que aprender a observarlo: quizá quiera otra cosa.

La tercera le mostró su jaula vacía, y entre sollozos le contó que quería tanto a su mascota que cada día lo sacaba de la jaula y la tenía un rato en sus manos. Pero un día pensó que tenía frío y la cobijó bajo su abrigo, y cuando quiso darse cuenta había muerto.
-No llores, pequeña-dijo el preceptor-.A veces el amor es como un pajarillo en nuestras manos: si la abrimos demasiado echa a volar, pero si lo apretamos mucho se muere. Te regalaré otro y sabrás ahora como cuidarlo. El pobrecillo ya te ha enseñado lo más difícil del amor.

La cuarta niña también le mostró su jaula vacía, pero la expresión de su rostro no era de tristeza, sino de pícara alegría.
-¿Y tú qué me cuentas?, preguntó el sabio.
La niña le hizo un gesto y se acercó a la ventana. La abrió, sacó un puñado de granos del bolsillo y lo esparció en el alféizar. Unos segundos después, cinco o seis pajaritos se posaron allí y no dejaron ni un solo grano. Después volaron a un árbol cercano, desde donde llegó hasta la habitación un concierto de gorjeo y silbidos.

-¿Uno de esos es el tuyo? volvió a preguntar el maestro.
La niña asintió.

-El mejor amor es el que se vive en libertad. Cada amor es diferente, pero a la vez ese amor es único. Espero que lo hayas hecho porque amar a un animalito no es lo mismo que el amor entre ellos. Lo has dejado en libertad para elegir, y creo que ya ha hecho amigos y tiene pareja, pero también te quiere a su modo y te devuelve amor en su canto. Si llegas a amar así serás feliz.

(SEMESTRE: FEBRERO 2014 - JULIO 2014)
LECTURA 3, PARCIAL 1


El cuento de la cucharita de porcelana

En un lugar en oriente, había una montaña muy alta que no dejaba entrar los rayos del sol, motivo por el cual los niños crecían raquíticos. Entonces, un viejo, el de mayor edad del poblado, se encaminó con una cuchara de porcelana hacia esa montaña.
Al verlo, le preguntaron sus vecinos: ¿Qué vas a hacer en la montaña?
-Voy a moverla.
¿Y con qué las vas a mover?
-Con esta cucharita de porcelana.
-Jajaja, nunca podrás.
-Sí, nunca podré, pero alguien tiene que comenzar a hacerlo.

(SEMESTRE: FEBRERO 2014 - JULIO 2014)
LECTURA 2, PARCIAL 1


Cuento sufí
Hace muchos años, en una pobre aldea china, vivía un labrador con su hijo. Su único bien material, aparte de la tierra y de la pequeña casa de paja, era un caballo que había heredado de su padre. Un buen día el caballo se escapó, dejando al hombre sin animal para labrar la tierra. Sus vecinos, que lo respetaban mucho por su honestidad y diligencia, acudieron a su casa para decirle lo mucho que lamentaban lo ocurrido. El les agradeció la visita, pero preguntó:
-¿Cómo podéis saber que lo que ocurrió ha sido una desgracia en mi vida?
Alguien comentó en voz baja con un amigo: “El no quiere aceptar la realidad, dejemos que piense lo que quiera, con tal de que no se entristezca por lo ocurrido”.
Y los vecinos se marcharon, fingiendo estar de acuerdo con lo que habían escuchado.
Una semana después, el caballo retornó al establo, pero no venía solo: traía una hermosa yegua como compañía. Al saber eso, los habitantes de la aldea, alborozados porque sólo ahora entendían la respuesta que el hombre les había dado, retornaron a casa del labrador, para felicitarlo por su suerte.
-Antes tenías sólo un caballo, y ahora tienes dos. ¡Felicitaciones! -dijeron.
-Muchas gracias por la visita y por vuestra solidaridad -respondió el labrador-. ¿Pero cómo podéis saber que lo que ocurrió es una bendición en mi vida?
Desconcertados, y pensando que el hombre se estaba volviendo loco, los vecinos se marcharon, comentando por el camino: “¿Será posible que este hombre no entienda que Dios le ha enviado un regalo?”
Pasado un mes, el hijo del labrador decidió domesticar la yegua. Pero el animal saltó de una manera inesperada, y el muchacho tuvo una mala caída, rompiéndose una pierna.
Los vecinos retornaron a la casa del labrador, llevando obsequios para el joven herido. El alcalde de la aldea, solemnemente, presentó sus condolencias al padre, diciendo que todos estaban muy tristes por lo que había sucedido.
El hombre agradeció la visita y el cariño de todos. Pero preguntó:
-¿Cómo podéis vosotros saber si lo ocurrido ha sido una desgracia en mi vida?
Esta frase dejó a todos estupefactos, pues nadie puede tener la menor duda de que el accidente de un hijo es una verdadera tragedia. Al salir de la casa del labrador, comentaban entre sí: “Realmente se ha vuelto loco, su único hijo se puede quedar cojo para siempre y aún duda que lo ocurrido es una desgracia”.
Transcurrieron algunos meses y Japón le declaró la guerra a China. Los emisarios del emperador recorrieron todo el país en busca de jóvenes saludables para ser enviados al frente de batalla. Al llegar a la aldea, reclutaron a todos los jóvenes, excepto al hijo del labrador, quien tenía la pierna rota.
Ninguno de los muchachos regresó vivo. El hijo se recuperó, los dos animales dieron crías que fueron vendidas y rindieron un buen dinero. El labrador pasó a visitar a sus vecinos para consolarlos y ayudarlos, ya que se habían mostrado solidarios con él en todos los momentos. Siempre que alguno de ellos se quejaba, el labrador decía: “¿Cómo sabes si esto es una desgracia?” Si alguien se alegraba mucho, él preguntaba: “¿Cómo sabes si eso es una bendición?”
Y los hombres de aquella aldea entendieron que, más allá de las apariencias, la vida tiene otros significados.



(SEMESTRE: FEBRERO 2014 - JULIO 2014)
LECTURA 1, PARCIAL 1



Los tres filtros de Sócrates 

Un discípulo llegó muy agitado a la casa de Sócrates y empezó a hablar de esta manera:
- “¡Maestro! Quiero contarte cómo un amigo tuyo estuvo hablando de ti con malevolencia…”
Sócrates lo interrumpió diciendo:
-”¡Espera! ¿Ya hiciste pasar a través de los Tres Filtros lo que me vas a decir?
-”¿Los Tres Filtros…?”
-”Sí” – replicó Sócrates. -”El primer filtro es la VERDAD. ¿Ya examinaste cuidadosamente si lo que me quieres decir es verdadero en todos sus puntos?”
-”No… lo oí decir a unos vecinos…”
-”Pero al menos lo habrás hecho pasar por el segundo Filtro, que es la BONDAD: ¿Lo que me quieres decir es por lo menos bueno?”
-”No, en realidad no… al contrario…”
-”¡Ah!” – interrumpió Sócrates.- “Entonces vamos al último Filtro. ¿Es NECESARIO que me cuentes eso?”
- “Para ser sincero, no…. Necesario no es.”

- “Entonces -sonrió el sabio- Si no es verdadero, ni bueno, ni necesario… sepultémoslo en el olvido…”