lunes, 1 de diciembre de 2014

(SEMESTRE: AGOSTO 2014 - ENERO 2015)
LECTURA 4, PARCIAL 3


A veces pienso en voz alta…




Hay reflexiones obligadas que como ciudadanos de este país deberíamos hacer. En tiempos en los que vivimos niveles de violencia, impunidad, corrupción y desigualdad que parecen ser sacados de la más increíble novela terrorífica me pregunto ¿cuándo terminará esto?, ¿Cómo terminará?, quizá peor: ¿habrá un fin?
En diversas manifestaciones he visto personas de varias edades exigiendo justicia a su gobierno con gritos y con silencios, con dibujos, con música, con poesía, a veces con regocijo y a veces con mucha tristeza. He visto su indignación luego de hacer propias las tragedias que han padecido miles de ciudadanos en este país. ¿Será que la sociedad empieza a despertar?, ¿será que ya despertó?

En la escuela, casi como una investigadora social o por qué no, como una pesimista con esperanza observo las miradas, las pláticas y los comportamientos de mis alumnos  y me pregunto: qué pensarán al ver el país en el que viven convertido en un infierno, qué pensarán al enterarse de las miles y miles de desapariciones, asesinatos, violaciones, injusticias que diariamente ocurren en el territorio donde muchos vivirán toda su vida, me pregunto qué pensarán de un presidente manufacturado por la televisora más grande de esta nación y que ha elegido esconderse ante los hechos que exigen realice su trabajo; me pregunto sobre la forma en que viven esta “realidad" que yo observo cada vez más apocalíptica.

De cualquier manera, independientemente de todas las posibles respuestas que encuentro o mejor dicho que me invento, no puedo dejar de lado l
a posibilidad de que quizá mis alumnos y yo compartimos distintas realidades, posiblemente ellos sí  habitan un entorno satisfactorio en el que no existe nada por qué incomodarse, nada por qué gritar, nada por qué manifestar descontento… o tal vez, simplemente, el desánimo aún no les ha alcanzado la mirada y el corazón.


Liliana G.S.

(SEMESTRE: AGOSTO 2014 - ENERO 2015)
LECTURA 3, PARCIAL 3



Sólo Le Pido A Dios



Sólo le pido a Dios
Que el dolor no me sea indiferente
Que la reseca muerte no me encuentre
Vacía y sola sin haber hecho lo suficiente


Sólo le pido a Dios
Que lo injusto no me sea indiferente
Que no me abofeteen la otra mejilla
Después que una garra me arañó esta suerte


Sólo le pido a Dios
Que la guerra no me sea indiferente
Es un monstruo grande y pisa fuerte
Toda la pobre inocencia de la gente
Es un monstruo grande y pisa fuerte
Toda la pobre inocencia de la gente


Sólo le pido a Dios
Que el engaño no me sea indiferente
Si un traidor puede más que unos cuantos
Que esos cuantos no lo olviden fácilmente


Sólo le pido a Dios
Que el futuro no me sea indiferente
Desahuciado está el que tiene que marchar
A vivir una cultura diferente

Sólo le pido a Dios
Que la guerra no me sea indiferente
Es un monstruo grande y pisa fuerte
Toda la pobre inocencia de la gente
Es un monstruo grande y pisa fuerte
Toda la pobre inocencia de la gente


 León Gieco





(SEMESTRE: AGOSTO 2014 - ENERO 2015)
LECTURA 2, PARCIAL 3

¿Qué te contaré sobre Ayotzinapa, 
Julio César?


Julio César,

Esta mañana escribo para contarte lo que esos hijos de la chingada que te mataron han provocado entre nosotros.


Esto lo sabes bien: la madrugada del 27 de septiembre, policías de los municipios de Iguala y Tixtla, en Guerrero, junto con sicarios del grupo Guerreros Unidos, dispararon a los camiones que iban a llevarte, y a tus compañeros, a la marcha histórica del 2 de octubre. Lo hicieron por órdenes del alcalde y su esposa porque creían que ustedes, normalistas rurales de Ayotzinapa, habían tomado los buses para arruinar el informe de labores de la “primera dama” de Iguala y abollar sus aspiraciones políticas. Las balas te aterraron, no hiciste caso a tus compañeros que pedían usar el vehículo como escudo y corriste hacia el monte, donde la negrura de la noche te tragó. Al día siguiente, el amanecer descubrió tu cuerpo con los pantalones abajo y tu cara sin piel ni ojos.


Lo que no sabes es esto: alguien fotografió tus restos y los subió a internet. En cuanto la noticia del ataque comenzó a conocerse, las redes sociales replicaron miles de veces tu imagen en unas cuantas horas. Nadie supo con qué fin te exhibieron así, pero si el objetivo era infundir miedo y paralizar a la gente, tuvo el efecto contrario: algo, en esta sociedad tan adormecida, empezó a despertar. Marissa, tu esposa, se sacó del pecho tu historia y la contó a cada reportero que preguntaba por ti. Le habló de tus sueños en el Distrito Federal, tus ganas de ser maestro, el anhelo que tenías de poner un techo familiar.


Lo que sigue te impresionaría: en un país donde en un pueblo se pueden masacrar a 300 personas y la gente calla; donde se pueden asesinar 72 migrantes y no pasa nada; donde 49 bebés pueden quemarse vivos y nadie se despeina; en ese país, tu imagen hizo semilla. Pudimos entender la magnitud de la saña, la inhumanidad, la podredumbre de la que son capaces esos ¿hombres? que desaparecieron a tus otros 43 compañeros.


Hiciste temblar bajo nuestros pies: se han organizado cientos de marchas para exigir justicia para ti, tu familia, la de otros cinco asesinados y la de tus 43 compañeros normalistas que aún no podemos localizar . Miles han tomado las calles de la ciudad de México, Guerrero y otros estados para exigir un alto a la violencia. Lo que te hicieron, lo que les hicieron, es el último abuso que queremos tolerar. Caminamos de día o de noche, gritando o en silencio, bailando o en duelo, cantando o desgañitando la garganta, a veces alegres y a veces sentimos que el pecho se nos encoge y no nos cabe la tristeza. Lo mismo ha pasado alrededor del mundo. En Estados Unidos, Canadá, España, Inglaterra, Alemania ¡hasta Japón! las muestras de solidaridad nos hacen sentir acompañados en esta batalla por la memoria.


Lo que hemos logrado ha sido insuficiente, porque el objetivo máximo de tener a todos ustedes con vida parece cada día más distante. Sin embargo, al mismo tiempo, hemos conquistado lo que hace años parecía impensable: el líder de los Guerreros Unidos, Sidrono Casarrubias, ya duerme en una prisión de máxima seguridad; el otro jefe, Benjamín Mondragón, mostró lo cobarde que es y se suicidó cuando lo arrinconó la policía; 59 integrantes del grupo criminal están detenidos. El jefe de la policía de Iguala, Francisco Salgado vive escondido, sin poder asomar la cabeza; el entonces alcalde de Iguala, José Luis Abarca, y su esposa, María de los Ángeles Pineda, enfrentan una sentencia que podría dejarlos de por vida tras las rejas. Y los ediles de decenas de municipios están bajo la lupa.


Además, cayó el gobernador de Guerrero, Ángel Aguirre. En el país de la impunidad, eso es mucho. Y el recuento no acaba: se tambalea el procurador Jesús Murillo Karam y, como nunca, hay un clamor popular para que renuncie el presidente Enrique Peña Nieto.


Estoy convencido de esto Julio César: este país te necesitaba más vivo. Nos haces más falta en el salón de clases, formando niños, enseñándoles solidaridad al prójimo, criando a tu hija de dos meses, Melissa. Hoy, millones daríamos mucho para que ni tú, ni tus amigos, nos hicieran falta. Pero también estoy convencido de que esa imagen tuya, la valentía con la que el reporte forense dice que te defendiste de esos tipos, nos orilló a esta digna rabia. Tal vez, sin esa estampa de dolor, no hubiéramos reaccionado como sociedad. Tú peleaste contra esos que nos arrinconan, ¿por qué habríamos nosotros de hacer lo mismo por ti?


Y de eso te quiero hablar esta tarde: hoy es la Marcha Nacional por Ayotzinapa. Es la Marcha Nacional por Abel García Hernández, Abelardo Vázquez Peniten, Adán Abrajan de la Cruz, Alexander Mora Venancio, Antonio Santana Maestro, Benjamín Ascencio Bautista, Bernardo Flores Alcaraz, Carlos Iván Ramírez Villarreal, Carlos Lorenzo Hernández Muñoz, César Manuel González Hernández, Christian Alfonso Rodríguez Telumbre, Christian Tomas Colon Garnica, Cutberto Ortiz Ramos, Dorian González Parral, Emiliano Alen Gaspar de la Cruz., Everardo Rodríguez Bello, Felipe Arnulfo Rosas, Giovanni Galindes Guerrero, Israel Caballero Sánchez, Israel Jacinto Lugardo, Jesús Jovany Rodríguez Tlatempa, Jonas Trujillo González, Jorge Álvarez Nava, Jorge Aníbal Cruz Mendoza, Jorge Antonio Tizapa Legideño, Jorge Luis González Parral, José Ángel Campos Cantor, José Ángel Navarrete González, José Eduardo Bartolo Tlatempa, José Luis Luna Torres, Jhosivani Guerrero de la Cruz, Julio César López Patolzin, Leonel Castro Abarca, Luis Ángel Abarca Carrillo, Luis Ángel Francisco Arzola, Magdaleno Rubén Lauro Villegas, Marcial Pablo Baranda, Marco Antonio Gómez Molina, Martín Getsemany Sánchez García, Mauricio Ortega Valerio, Miguel Ángel Hernández Martínez, Miguel Ángel Mendoza Zacarías y Saúl Bruno García.


Hoy saldremos miles, decenas de miles, cientos de miles, a demandar castigo a los responsables, el paradero de tus compañeros y justicia para los caídos como tú. Hoy el país tiene un ambiente diferente. Se siente en el aire. Hay dolor, rabia, indignación, vergüenza, pero también hay esperanza de que lo que suceda esta noche abra un boquete de luz para la oscuridad que nos envuelve.


Julio César, hoy se cumplen 56 días y las calles no nos alcanzan. Las desbordamos. No se ha construido una avenida tan larga como para contenernos. Nadie aún ha descubierto la fórmula para callarnos.
Me gustaría que estuvieras aquí para verlo: el país que soñaste, se está sacudiendo el letargo. Me gustaría que leyeras la intensidad de las redes sociales, que escucharas las pláticas de la gente que se pone de acuerdo para ir en conjunto a la marcha, los planes de fiesta cancelados para asistir a este encuentro de desobediencia civil. Quisiera que sintieras que no te hemos abandonado.
Hoy por la noche, donde quiera que estés, ponte muy atento. Escucha a los que te vamos a nombrar. Grábate bien cada voz de niña, niño, joven, adulto, anciana, que salió de su casa para acompañar a tus padres, los padres de ellos, a todos nosotros. En un año, Julio César, esos mismos que hoy te llamaremos, te rendiremos cuenta de lo que hicimos en tu ausencia.

Te contaremos, con orgullo, que estuvimos a la altura de ti, de la manera en que te defendiste esa noche, cuando la negrura de Iguala te comió y nos devoró a todos.

Óscar Balderas



(SEMESTRE: AGOSTO 2014 - ENERO 2015)
LECTURA 1, PARCIAL 3

¡Mi País, Oh mi País!


Descenderá al sepulcro vuestra soberbia. Y echados seréis de él como troncos abominables, vestidos de muertos pasados a cuchillo, que descendieron al fondo de la sepultura. Y no seréis contados con ellos en la sepultura: porque destruisteis vuestra tierra, y arrasasteis vuestro pueblo. No será nombrada para siempre la simiente de los malignos.                                                                                        Libro del profeta Isaías.



Ardiente, amado, hambriento, desolado,
bello como la dura, la sagrada blasfemia;
país de oro y limosna, país y paraíso,
país-infierno, país de policías.
Largo río de llanto, ancha mar dolorosa,
república de ángeles, patria perdida.
País mío, nuestro, de todos y de nadie.
Adoro tu miseria de templo demolido
y la montaña de silencio que te mata.
Veo correr noches, morir los días, agonizar las tardes.
Morirse todo de terror y de angustia.
Porque ha vuelto a correr la sangre de los buenos
y las cárceles y las prisiones militares son para ellos.
Porque la sombra de los malignos es espesa y amarga
y hay miedo en los ojos y nadie habla
y nadie escribe y nadie quiere saber nada de nada,
porque el plomo de la mentira cae, hirviendo,
sobre el cuerpo del pueblo perseguido.
Porque hay engaño y miseria
y el territorio es un áspero edén de muerte cuartelaria.
Porque al granadero lo visten'
de azul de funeraria y lo arrojan
lleno de asco y alcohol
contra el maestro, el petrolero, el ferroviario,
y así mutilan la esperanza
y le cortan el corazón y la palabra al hombre―
y la voz oficial, agria de hipocresía,
proclama que primero es el orden
y la sucia consigna la repiten
los micos de la Prensa,
los perros voz-de-su-amo de la televisión,
el asno en su curul,
el león y el rotario,
las secretarias y ujieres del Procurador
y el poeta callado en su muro de adobe,
mientras la dulce patria temblorosa
cae vencida en la calle y en la fabrica.
Este es el panorama:
Botas, culatas, bayonetas, gases ...
¡Viva la libertad!


Buenavista, Nonoalco, Pantaco, Veracruz…
todo el país amortajado, todo,
todo el país envilecido,
todo eso, hermanos míos,
¿no vale mil millones de dólares en préstamo?
¡Gracias, Becerro de oro! ¡Gracias, FBI!
¡Gracias, mil gracias, Dear Mister President!
Gracias, honorables banqueros, honestos industriales,
generosos monopolistas, dulces especuladores;
gracias, laboriosos latifundistas,
mil veces gracias, gloriosos vendepatrias,
gracias, gente de orden.
Demos gracias a todos
y rompamos
con un coro solemne de gracia y gratitud
el silencio espectral que todo lo mancilla.

¡Oh país mexicano, país mío y de nadie!
Pobre país de pobres. Pobre país de ricos.
¡Siempre más y más pobres!
¡Siempre menos, es cierto,
pero siempre más ricos!
Amoroso, anhelado, miserable, opulento,
país que no contesta, país de duelo.
Un niño que interroga parece un niño muerto.
Luego la madre pregunta por su hijo
y la respuesta es un mandato de aprehensión.
En los periódicos vemos bellas fotografías
de mujeres apaleadas y hombres nacidos en México
que sangran y su sangre
es la sangre de nuestra maldita conciencia
y de nuestra cobardía.
Y no hay respuesta nunca para nadie
porque todo se ha hundido en un dorado mar de
dólares
y la patria deja de serlo
y la gente sueña en conjuras y conspiraciones
y la verdad es un sepulcro.
La verdad la detentan los secuestradores,
la verdad es el fantasma podrido de MacCarthy
y la jauría de turbios, torpes y mariguanos inquisidores
de huaraches;
la verdad está en los asquerosos hocicos de los cazadores
de brujas.

¡La grande y pura verdad patria la poseen,oh país, país mío, los esbirros,
los soldadones, los delatores y los espías!
No, no, no. La verdad no es la dulce espiga
sino el nauseabundo coctel de barras y de estrellas.
La verdad, entonces, es una democracia nazi
en la que todo sufre, suda y se avergüenza.
Porque mañana, hoy mismo,
el padre denunciará al hijo
y el hijo denunciará a su padre y a sus hermanos.
Porque pensar que algo no es cierto
o que un boletín del gobierno
puede ser falso
querrá decir que uno es comunista
y entonces vendrán las botas de la Gestapo criolla,
vendrán los gases, los insultos,
las vejaciones y las calumnias
y todos dejaremos de ser menos que polvo,
mucho menos que aire o que ceniza,
porque todos habremos descendido
al fondo de la nada,
muertos sin ataúd,
soñando el sueño inmenso
de una patria sin crímenes,
y arderemos, impíos y despiadados,
tal vez rodeados de banderas y laureles,
tal vez, lo más seguro,
bajo la negra niebla
de las más negras maldiciones…



Efraín Huerta