domingo, 24 de febrero de 2013

Lectura 2 (LAE)


Love After Love

The time will come
when, with elation
you will greet yourself arriving
at your own door, in your own mirror
and each will smile at the other's welcome,

and say, sit here. Eat.
You will love again the stranger who was your self.
Give wine. Give bread. Give back your heart
to itself, to the stranger who has loved you

all your life, whom you ignored
for another, who knows you by heart.
Take down the love letters from the bookshelf, 
the photographs, the desperate notes, 
peel your own image from the mirror.
Sit. Feast on your life. 

sábado, 23 de febrero de 2013




Gracias  a todos por sus comentarios, ojalá el momento que dedicaron a la lectura les haya dejado algo de provecho  para su vida, espero  que al terminar el texto no quedará en su corazón la sensación de haber  hecho una mala inversión de su tiempo sino todo lo contrario.

Por otro lado les dejo el tráiler de la adaptación cinematográfica que sobre “La elegancia del erizo”  se ha realizado, ojalá se despierte en ustedes el interés por verla así como por leer el libro completo.

La lectura 2 será propuesta por la profesora de inglés y deseamos  contar con su participación.

Saludos.


sábado, 16 de febrero de 2013

Lectura 1. (TLR)

 Idea Profunda N.° 10


La gramática
estrato de conciencia
que lleva a la belleza


...  Entonces, cuando esta mañana, añadiéndose al rollazo habitual de una clase de literatura sin literatura y de una  clase de lengua sin inteligencia de la lengua, he experimentado un sentimiento  extraño, inclasificable,  no he podido contenerme. La profesora estaba tratando el epíteto, con el pretexto de que en nuestras redacciones brillaba por su ausencia “cuando deberíais ser capaces de emplearlo desde tercero de primaria”. “Alumnos tan incompetentes en gramática como vosotros, desde luego, es  como  pa’  pegarse un tiro”, ha añadido luego, mirando especialmente a Achille Grand-Fernet. No me cae bien Achille, pero tengo que decir que estaba de acuerdo con la pregunta que le ha hecho a  la profesora. Creo que se imponía algo  así. Además, que una profesora de letras  diga  pa’  en lugar de “para”, a mí me  choca, qué queréis que os diga. Es como si  un barrendero se dejara sin recoger del  suelo las bolas de pelusa de polen. “Pero  la gramática, ¿para qué sirve?”, le ha preguntado Achille. “Deberías saberlo”, le ha contestado doña Me-pagan para-que-os-lo-enseñe. “Pues no”, ha replicado Achille con sinceridad, por una vez,  “nadie se ha tomado nunca la molestia de explicárnoslo”. La profesora ha dejado escapar un largo suspiro, en plan “encima tengo que tragarme estas preguntas  estúpidas”, y ha respondido: “Sirve para hablar bien y escribir bien”.
Entonces he creído que me iba a dar un infarto. Nunca había oído tamaña ineptitud. Y con esto no quiero decir que no sea verdad, digo que es una ineptitud como una casa. Decir a unos adolescentes que ya saben leer y escribir que la gramática sirve para eso, es como decirle a alguien que se tiene que leer una historia de los cuartos de baño a través de los siglos para saber hacer bien pis y caca. ¡No tiene sentido! Si todavía nos hubiera demostrado, con ejemplos, que hay que  saber ciertas cosas sobre la lengua para utilizarla bien, entonces bueno, por qué no, puede ser una base para empezar. Por  ejemplo, que saber conjugar un verbo en todos los tiempos te evita cometer errores gordos que te avergüenzan delante de todo el mundo en una cena mundana (“Hubiera  veído  esa película que comentáis, si no me  habrían  aconsejado antes que no lo  haciese”) O que, para escribir como es debido una invitación para unirse a una pequeña orgía en el castillo de Versalles, conocer las reglas de concordancia entre sujeto y verbo puede resultar muy útil. De esta manera uno se ahorra torpezas como ésta: “Querido amigo, si esa gente que usted y yo conocemos quisieran venir a Versalles esta noche, me complacería mucho recibirlas. La Marquesa de Grand-Fernet”. Pero si la señora Magra se cree que la gramática sólo sirve para eso... De niños hemos sabido conjugar un verbo antes de saber siquiera que se trataba de un verbo. Y, si bien el saber puede ayudar, no creo sin embargo que sea algo decisivo.
Yo, en cambio, creo que la gramática es una vía de acceso a la belleza. Cuando hablas, lees o escribes, sabes muy bien si has hecho una frase bonita, o si estás leyendo una. Eres capaz de reconocer una expresión elegante o un buen estilo. Pero cuando se estudia gramática, se accede a otra dimensión de la belleza de la lengua. Hacer gramática es observar las entrañas de la lengua, ver cómo está hecha por dentro, verla desnuda, por así decirlo. Y  eso es lo maravilloso, porque te dices: “Pero ¡qué bonita es por dentro, qué bien formada!”, “¡Qué sólida, qué ingeniosa, qué rica, qué sutil!”. Para mí, sólo saber que hay varias naturalezas de palabras y que hay que conocerlas para poder utilizarlas y para estar al tanto de sus posibles compatibilidades, hace que me
sienta como en éxtasis. Me parece, por ejemplo, que no hay nada más bello que la idea básica de la lengua, a saber: que hay nombres y verbos. Sabiendo esto, es como si ya te hubieran enunciado la esencia de todo. Es maravilloso, ¿no? Hay nombres, verbos...
Para acceder a toda esta belleza de la lengua que la gramática desvela, ¿quizá también haya que ponerse en un estado de consciencia especial? A mí me da la sensación de que puedo  hacerlo sin esfuerzo. Creo que fue cuando tenía dos años, al oír hablar a los adultos, cuando comprendí, esa vez y ya para siempre, cómo está hecha la lengua. Las lecciones de gramática para mí siempre han sido meras síntesis a posteriori o, como mucho, precisiones terminológicas. ¿Se puede enseñar a los niños a hablar bien y a escribir bien estudiando gramática si no han tenido esta iluminación que tuve yo? Misterio. Mientras tanto, todas las señoras Magra de la Tierra harían mejor en  preguntarse qué música tienen que poner a los alumnos para que puedan entrar en trance gramatical.
Así que le he dicho a la profesora: “Pero ¡qué va, eso es totalmente reductor!”. Se ha hecho un gran silencio en la clase porque normalmente yo no suelo abrir la boca y porque  le había llevado la contraria a la profesora. Me ha mirado sorprendida y luego ha puesto mala cara, como todos los profes cuando notan que las cosas se complican y que su clasecita facilita sobre el epíteto bien podría convertirse en tribunal de sus métodos pedagógicos. “¿Y qué sabrás tú de esto, señorita Josse?”, me ha preguntado con tono acerbo. Todo el mundo contenía la respiración. Cuando la primera de la clase no está contenta, es malo para el cuerpo docente, sobre todo cuando se trata de un cuerpo tan gordo, así que esta mañana teníamos película de suspense y número de circo, programa doble por el mismo precio: todo el mundo aguardaba para ver el resultado del combate, con la esperanza de que sería sangriento.
“Pues bien, habiendo leído a Jakobson, se antoja evidente que la gramática es un fin y no sólo un objetivo: es un acceso a la estructura y a la belleza de la lengua, y no sólo un chisme que sirve para manejarse en sociedad”. “¡Un chisme! ¡Un chisme!”, ha repetido la profesora con los ojos exorbitados. “¡Para la señorita Josse, la gramática es un chisme!”
Si hubiera escuchado bien mi frase, habría comprendido que, justamente, para mí la gramática no es un chisme. Pero creo que la referencia a Jakobson le ha hecho perder los papeles por completo, sin contar que todo el mundo se reía, incluso Cannelle Martin, sin comprender nada de lo que yo había dicho, pero sintiendo que una nubecita negra llaneaba sobre la foca de la profesora de lengua. Por supuesto, como os podréis imaginar, nunca he leído nada de Jakobson. Por muy superdotada que sea, prefiero los cómics o la literatura. Pero una amiga de mamá (que es profesora de universidad) hablaba ayer de Jakobson (mientras hablaban, a las cinco de la tarde, ventilándose una botella de vino tinto y un buen pedazo de queso camembert). Y de repente esta mañana se me ha venido a la cabeza.
En ese momento, al ver que la jauría de perros enseñaba ya los colmillos, he sentido compasión. Compasión por la señora Magra. Además, no me gustan los linchamientos. Nunca honran a nadie. Por no hablar ya del hecho de que no me apetece en absoluto que alguien venga a hurgar en mi conocimiento de Jakobson y empiece a sospechar sobre la realidad de mi cociente intelectual.
 Por eso he dado marcha atrás y me he callado. Me he tenido que quedar dos horas más en el colegio castigada, y la señora Magra ha salvado su pellejo de profesora. Pero al marcharme de clase, he sentido que sus ojillos inquietos me seguían hasta la puerta.
Y, camino de mi casa, me he dicho: desdichados los pobres de espíritu que no conocen ni el trance ni la belleza de la lengua.

Fragmento del capítulo  "Idea Profunda N.° 10" del libro "La elegancia del erizo" de Muriel Barbery