jueves, 21 de noviembre de 2013

(SEMESTRE: AGOSTO 2013 - ENERO 2014)
LECTURA 5, PARCIAL 3


ESPERO CURARME DE TI

Jaime Sabines

Espero curarme de ti en unos días. Debo dejar de fumarte, de beberte, de pensarte. Es posible. Siguiendo las prescripciones de la moral en turno. Me receto tiempo, abstinencia, soledad.
¿Te parece bien que te quiera nada más una semana? No es mucho, ni es poco, es bastante. En una semana se puede reunir todas las palabras de amor que se han pronunciado sobre la tierra y se les puede prender fuego. Te voy a calentar con esa hoguera del amor quemado. Y también el silencio. Porque las mejores palabras del amor están entre dos gentes que no se dicen nada.
Hay que quemar también ese otro lenguaje lateral y subversivo del que ama. (Tú sabes cómo te digo que te quiero cuando digo: “que calor hace”, “dame agua”, “¿sabes manejar?”, “se te hizo de noche”…Entre las gentes, a un lado de tus gentes y las mías, te he dicho “ya es tarde”, y tú sabías que decía “te quiero”.)
Una semana más para reunir todo el amor del tiempo. Para dártelo. Para que hagas con él lo que tú quieras: guardarlo, acariciarlo, tirarlo a la basura. No sirve, es cierto. Sólo quiero una semana para entender las cosas. Porque esto es muy parecido a estar saliendo de un manicomio para entrar a un panteón.


(SEMESTRE: AGOSTO 2013 - ENERO 2014)
LECTURA 4, PARCIAL 3

The Vulture

                  Franz Kafka


Once there was a vulture that pecked my feet. He already had torn my shoes and stockings and now he pecked my feet. He always threw a peck, he flew around in restless circles and then the work continued.

A gentleman happened by, looked at us awhile and asked me why I tolerated the vulture.
I told him - I am defenseless. He came and he began to peck me, I wanted to frighten him and even was planning to die, but these animals are very strong and he wanted to jump to my face. I preferred to sacrifice my feet. Now the pieces are almost done -.

The gentleman said - do not allow him to torture you, throw him, and the vulture will give up -.
- Does it seem so? - I asked - Do you want to take care of the issue? -
The delighted gentleman said; - I don't have more than to go home to look for my rifle, are you able to wait a half hour more? -

- I don't know - I responded, and for an instant I was rigid with pain;; Afterwards I added : - If you please, try anyway. -

- Okay - the gentleman said, - I am going to hurry. -
The vulture had listened to our dialogue calmly and he missed the look between the gentleman and I. Now I saw that he had understood everything: He flew a little, he moved back to achieve the necessary impetus and as an athlete that throws the javelin, he inserted his beak deep into my mouth. I felt like a liberation when falling backwards; Then in my blood, he satisfied all of his depths and he flooded all of his banks, the vulture irreparably drowned.



(SEMESTRE: AGOSTO 2013 - ENERO 2014)
LECTURA 3, PARCIAL 3

No te rindas
Mario Benedetti


No te rindas, aún estás a tiempo
De alcanzar y comenzar de nuevo,
Aceptar tus sombras,
Enterrar tus miedos,
Liberar el lastre,
Retomar el vuelo.

No te rindas que la vida es eso,
Continuar el viaje,
Perseguir tus sueños,
Destrabar el tiempo,
Correr los escombros,
Y destapar el cielo.

No te rindas, por favor no cedas,
Aunque el frío queme,
Aunque el miedo muerda,
Aunque el sol se esconda,
Y se calle el viento,
Aún hay fuego en tu alma
Aún hay vida en tus sueños.

Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo
Porque lo has querido y porque te quiero
Porque existe el vino y el amor, es cierto.
Porque no hay heridas que no cure el tiempo.

Abrir las puertas,
Quitar los cerrojos,
Abandonar las murallas que te protegieron,
Vivir la vida y aceptar el reto,
Recuperar la risa,
Ensayar un canto,
Bajar la guardia y extender las manos
Desplegar las alas
E intentar de nuevo,
Celebrar la vida y retomar los cielos.

No te rindas, por favor no cedas,
Aunque el frío queme,
Aunque el miedo muerda,
Aunque el sol se ponga y se calle el viento,
Aún hay fuego en tu alma,
Aún hay vida en tus sueños
Porque cada día es un comienzo nuevo,
Porque esta es la hora y el mejor momento.
Porque no estás solo, porque yo te quiero.



miércoles, 20 de noviembre de 2013

(SEMESTRE: AGOSTO 2013 - ENERO 2014)
LECTURA 2, PARCIAL 3



PARÁBOLA DE LOS DOS LOBOS


Un indio muy sabio se encontraba enseñando a su pequeño nieto una de las lecciones más importantes de la vida. Le contó al pequeño niño la siguiente parábola: “Existe una pelea dentro de cada uno de nosotros. Es una terrible pelea entre dos lobos”, le dijo.

“Un lobo es malo. Es furia, rabia, envidia, remordimiento, avaricia, arrogancia, autocompasión, resentimiento, mentiras, falso orgullo, superioridad y ego. El segundo lobo es bueno. Es alegría, paz, amor, esperanza, serenidad, humildad, bondad, empatía, verdad, compasión y fe”.

El nieto pensó sobre esto un momento. Entonces le preguntó al abuelo, “¿Que lobo ganará esta pelea?”


El abuelo simplemente respondió, “El que alimentes”.

(SEMESTRE: AGOSTO 2013 - ENERO 2014)
LECTURA 1, PARCIAL 3


Prometeo


Al principio de los tiempos, los dioses establecieron su hogar en la cima del monte Olimpo, cerca de las estrellas. En aquel lugar idílico, llevaban una vida de lo más placentera: paseaban con calma por sus amenos y coloridos jardines, celebraban grandes banquetes en sus palacios de mármol y tomaban a todas horas néctar y ambrosía, un licor y un alimento dulcísimo que aseguraban su inmortalidad.

Mientras tanto, los hombres hacían su vida abajo, en la tierra. Habían sido creados con arcilla, y pasaban sus días cultivando los campos y criando ganado. En los momentos difíciles, rezaban a los dioses para pedirles auxilio, y después les agradecían la ayuda recibida haciéndoles ofrendas. De cada cosecha que los hombres recogían y de cada animal que sacrificaban, quemaban la mitad en los templos, y así la ofrenda, convertida en humo, llegaba hasta la cima del Olimpo.

Todo iba bien hasta que un día, tras haber matado a un robusto buey para comérselo, los hombres empezaron a discutir sobre qué parte del animal debían quedarse y cuál tenían que entregar a los dioses. Uno dijo que se quedaran con la carne y quemaran los huesos. Otros decían que eso era una locura, si le daban la peor parte a los dioses le castigarían sin piedad. Pero ¿de qué habrían de alimentarse si entregaban la carne? El mismísimo Zeus, padre de los dioses, entró en la disputa.

La carne del buey debía ser para ellos dijo uno. Los hombres, sin embargo, se resistieron a entregársela, así que la discusión se prolongo durante mucho tiempo. Al final, Zeus propuso que fuese Prometeo quien decidiera cómo debía retirarse el buey.


Prometeo era sabio y justo y encontraría  la solución mas adecuada. Los demás aceptaron su decisión y, en adelante, todos los animales serían repartidos tal y como Prometeo dijera.

Prometeo pertenecía a la raza de los titanes, que habían sido engendrados antes incluso que los dioses. Todo el mundo lo Admiraba por su sabiduría y astucia. No sólo podía prever el futuro, sino que dominaba todas las ciencias y todas las artes: la medicina y las matemáticas, la música y la poesía... Su mente era poderosa y veloz como un caballo al galope. Cuando Zeus le expuso el dilema del reparto del buey, Prometeo se sentó a meditar y entabló en su conciencia un largo diálogo consigo mismo.

Era natural que los hombres se resistan a entregar la carne. Son ellos quien ha criado al buey, y tenían derecho a quedarse con la mejor porción. Pero olvidaban que los dioses eran codiciosos y egoístas. No aceptarían que los hombres se quedaran con la carne.


Los  dioses no lo necesitaban, bebían néctar a todas horas, y disponían de ambrosía para llenar su estomago. En cambio, los hombres habían de comer para sobrevivir, pero si les entregaban la carne a los hombres, Zeus se enojaría, entonces, había que conseguir que Zeus creyera que la decisión de quedarse con los huesos lo había tomado él mismo.

Prometeo ideó enseguida la trampa que necesitaba. Luego, despellejó al buey, lo descuartizó y dividió los restos del animal en dos grandes montones. Cuando todo estuvo listo, llamó a Zeus y le dijo que eligiese el montón que prefiriera.

De aquí en adelante todos los animales se repartirían por la mitad para los dioses y para ellos. Zeus miró los dos montones. Uno le pareció gris y poco apetitoso, mientras que el otro le atrajo por su brillante aspecto. Así que no tuvo que pensárselo mucho. Señaló el montón resplandeciente.

Ese era para ellos. Hermes, hijo de Zeus, se hallaba presente en la conversión. Como era experto en idear trampas, no resultaba fácil engañarle. Se acercó al oído de Zeus y le dijo que no se precipitara porque había algo extraño en ese reparto.

No había visto que Prometeo había agachado la cabeza al hablarle y él siempre miraba a la cara. Era el padre de los dioses era algo lógico que Prometeo tuviera  un poco de miedo. No era el primero que agachaba la cabeza al mirarle, pero Zeus no tardó en advertir el gran error que había cometido.

Sucedía que Prometeo había puesto en un montón la carne y las vísceras del buey, y luego lo había tapado todo con el estómago, que es la parte más sosa del animal. En el otro montón, había colocado los huesos y los tendones, pero lo había cubierto con la grasa, cuyo brillo despierta el apetito. Zeus, por supuesto, había elegido este último montón. Así que, cuando llegó a la cima del Olimpo y descubrió el engaño, se volvió loco de rabia. ¡Prometeo se había burlado de él!

Zeus les robó el fuego a los hombres para que tuvieran que comerse los alimentos crudos. Sin fuego, la vida en la tierra se volvió insoportable. Los hombres no podían hacer nada contra el frío glacial que les helaba las manos ni contra el miedo a la oscuridad que los atormentaba de noche. Prometeo, al verlos sufrir tanto, se conmovió y al día siguiente subió al monte Olimpo y, sin que nadie lo viera, acercó una pequeña astilla al fuego que Zeus les había arrebatado a los hombres y la guardó en una cáscara de nuez.

De regreso a la Tierra, encendió con aquella astilla una antorcha y se la regaló a los hombres para que pudieran calentarse de nuevo. Pero, cuando Zeus vio desde el Olimpo que el fuego volvía a arder en la Tierra, su furia no tuvo límites. Prometeo le había vuelto a engañar. Les dejaron en ridículo delante de toda la humanidad.


Zeus  mandó  encadenar a Prometeo a una de las montañas del Cáucaso, cerca del Mar negro. Allí, el titán pasó miles de años sin poderse mover, soportando a cielo abierto el frío intenso de la noche y el calor asfixiante del día. Cada mañana, Zeus enviaba una feroz águila al Cáucaso para que le comiese el hígado y cada noche el hígado se regeneraba por sí mismo, para que el águila pudiese devorarlo de nuevo al amanecer. La vida de Prometeo, pues, se convirtió en un auténtico infierno, pero Zeus siempre pensó que el castigo era justo, pues no había falta más grave que engañar a los dioses.